Edmundo López Arze

edmundo.lopez@ucb.edu.bo

 

Nuestras luchas y preocupaciones tapan la esperanza. ‘‘El miedo no nos deja ver. Quizá exista un buen mañana’’ reza por  ahí una canción. El fin, objetivo, finalidad de nuestra vida cambió por completo. Vivimos en pos de solucionar problemas sin buscar nuestra vida.

La vida se convierte en un simple proceso de muerte. Pierde la dualidad. Tratamos a la vida de cabrona. Los cabrones somos nosotros por no vivir. Le tememos a la felicidad. El miedo a la lucha por la felicidad nos invade. Nos negamos a verla a la cara.

Solucionar el mundo nos quitó el placer de vivir. Olvidamos la vida. Perdimos el objetivo de fondo. Un mundo cansado, un ecosistema colapsado y una humanidad errática (en su mayoría) se convierten en el centro de nuestra vida.

Nuestro deber en este punto tiene que cambiar. La vida pide a gritos de nosotros. Nos toca tomar la vida. Empezar a sentir y buscarnos como una tarea principal. No debemos dejar de lado al planeta. Es muy importante el ‘‘dónde’’. No podemos pretender un buen´´ donde´´ sin antes trabajar nuestro ‘‘donde’’ interno.

La esperanza es lo último que muere. Nosotros ahuyentamos la esperanza por privilegiar nuestros problemas. Logramos que la esperanza no muera al último sino antes que cualquier otra cosa.

Los sentimientos han quedado a la deriva. La gente ya no ama. La falta de amor está reflejada en nuestro planeta. Sin amor propio es casi imposible amar algo más. Comencemos la tarea más difícil aún que salvar el planeta: amar sin límite.

Terminen con los te quiero de segunda mano. Den todo. Las buenas intenciones no bastan, debemos ponerlas en práctica. Dejen de lado esa manía de gastar la energía en lo provisional. Encuéntrense antes de pedir más. Quieranse en soledad para poder querer a los demás.

Amemos al límite. Amemos la vida. Sintamos al máximo. Cambiemos nuestra realidad y paradigma. Al final del día, el aprendizaje más importante es ese. Empezar a amar más la vida,  nuestro alrededor e incluso a las personas. Mientras uno se deshaga de amor, jamás perderá de vista lo bonito de la vida.

Desháganse de amor. sufran cuando corresponda. Pero nunca, absolutamente nunca, se guarden nada. siempre den todo lo que puedan y más. Así, en los últimos días, no tendrán nada que reprocharse. Así su vida habrá sido una colección de innumerables fotografías dignas de admirar.

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