Autor: Aldana Micaela Pereira Aquino
aldana.pereira@ucb.edu.bo
La pérdida de un ser querido siempre deja una huella en el alma, un vacío que es imposible de borrar; y aunque con el paso de los años uno empieza a acostumbrarse a la vida sin esa persona, hay acciones, lugares, pensamientos e incluso olores y sabores que nos transportan a aquellos inolvidables momentos a su lado, dejando en nosotros ese sentimiento de pérdida y añoranza por ver a esa persona una vez más. Podríamos pensar que este es un mero sueño, una forma de consolarnos, pero ¿qué pasaría si no lo fuera? y es que existe un día, uno solo, en el que las almas vienen a visitarnos, a vivir entre nosotros y disfrutar de nuestro mundo. Este es el día de Todos Santos, un nexo entre el plano espiritual y el terrenal, una visita de aquellos que creímos perder para siempre, pero que una vez más, están aquí.
Esta celebración se festeja desde el mediodía del primero de noviembre, que es cuando las almas llegan a la tierra; hasta el mediodía del dos de noviembre, que es cuando se retiran. Pero esta no es una fecha causal, ya que la festividad de Todos Santos no es solo un nexo entre dos mundos, sino también el resultado de la hibridación de la cultura andina y la española.
Desde lo andino, esta fecha coincide con el final de la época seca y el comienzo de las lluvias según el calendario agrícola. Para la cultura andina, las personas que mueren bajan al Ukhu Pacha, donde siguen una vida contraria a la de los vivos, en la que ayudan con la cosecha, por lo que en esta fiesta vienen a disfrutar los frutos de su trabajo. Por otra parte, en esta misma fecha en los años 731 y 741, el Papa Gregorio III decidió conmemorar un día dedicado a todos los Santos de la Iglesia Católica, consagrando una capilla en la basílica de San Pedro.
El recibimiento de las almas puede variar mucho dependiendo de la región, ciudad y provincia en la que se celebre, pero existen algunas premisas generales que se cumplen en la mayoría del territorio nacional. La familia doliente prepara una mesa ritual conocida como “masta´ku”, en el caso de la mesa antes del primer año de fallecimiento se habla de una “tumba de alma nueva” o una “musuj alma”. Se puede evidenciar que una familia tiene este altar cuando ponen un rozón o una bolsa negra en la puerta, invitando a que recen por el alma. El mismo está dividido en tres partes según la cosmovisión andina: el más alto es el Janaj Pacha o mundo de arriba donde se encuentran las deidades, el Kay Pacha o mundo terrenal, que es donde nos encontramos, y el Ukhu Pacha o mundo de abajo, que es donde se encuentran las almas de nuestros difuntos.
En cada piso se ponen objetos y comida específicos que permitirán al alma tener una visita exitosa. Un manto negro cubre toda la mesa en el caso de que el fallecido sea una persona adulta y en el caso de haber sido un niño se usa un manto blanco. En la parte superior del altar se ponen las masitas del sol y la luna para que alumbren el camino del difunto. Otro elemento importante es la escalera que le permite subir a nuestro mundo y volver al suyo. También están la llamita y las canastitas de caramelo, que el alma usa para llevarse las ofrendas del mundo terrenal. Y cómo olvidar las T’anta wawas que son una especie de muñecos de masa envueltos que simbolizan el cuerpo del difunto y están ubicadas en el plano central de la mesa. De igual forma, se pueden encontrar velas, crucifijos, platos tradicionales, bebidas, decoraciones y otras cosas que rodean la foto del difunto que se encuentra al medio del altar.
Una vez armada la mesa el primero de noviembre, familiares, amigos, vecinos y personas desconocidas visitan el altar y rezan por el alma con distintas oraciones, cantos e incluso coplas. Después de esto, existe un momento de socialización con la familia que brinda comida, masitas y bebida a los visitantes como forma de retribución. Cuando llega el mediodía del dos de noviembre, las almas se despiden y los dolientes y sus acompañantes realizan oraciones por los platos y masitas del altar, y posteriormente todos ayudan a desarmar la mesa.
Después del año, las familias hacen mesas más pequeñas y privadas, ofreciendo a su difunto todo lo que le gustaba en vida. También realizan oraciones, les dedican algunas palabras y por supuesto que más de una vez surgen anécdotas y recuerdos, de esos que inevitablemente provocan risas y alguna que otra lágrima furtiva. Y es que de eso se trata esta fecha. Es una oportunidad para recordar y compartir con aquellos quienes se nos adelantaron, un momento para decirles cuánto los queremos y extrañamos, y una oportunidad para desearles todo lo mejor hasta que un día, cuando el momento llegue, nos volvamos a encontrar.
Más información
https://www.bolivia.com/actualidad/nacionales/fiesta-todos-santos-bolivia-246222
https://www.opinion.com.bo/articulo/cultura/simbologia-elementos-mast-aku/20081031171030295797.html
https://www.intupacusco.com/los-tres-reinos-de-la-mitologia-inca/
https://projectes.fundesplai.org/cochabambasantjoandespi/2014/11/25/todo-santos-en-bolivia/